UCV - ECS - Geografía de Venezuela

El Blog del curso de "Geografía de Venezuela" de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela.

miércoles, mayo 11, 2005

REFLEXIÓN LITERARIA SOBRE LA TROPICALIDAD

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por: Karol Barbosa y Antonio Cuevas
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La tropicalidad, aunque existe desde que la tierra estuvo llena de vida, es un concepto relativamente nuevo. Representa toda una serie de fenómenos particulares que inciden directamente sobre el ambiente físico-natural, determinando en factor humano que lo habita y todo su referente social, cultural y económico.
La tropicalidad, con una pincelada climática, inunda de lluvia el bosque que le da nombre, pintando del más variado de los verdes la vegetación más exuberante y salvaje del planeta. Sus aguas, abundantes e imprevisibles, riegan la diversidad de un paisaje que, por más que anualmente se repita, es absolutamente impredecible.
Este clima cálido, permite dar albergue en su hábitat a la flora y a la fauna más impensable de la tierra. Las plantas que adornan el interior de las casas europeas y que junto a los animales más exóticos que enjaulan en sus hogares, son aquí compañeros de juego en las calles. Son adornos de caminos, habitantes vagabundos bajo el cielo de las montañas y los valles tropicales.
Lo que en los lugares más fríos, incluso hasta en los que son un poco más templados, se cultiva o exhibe en atmósferas artificiales, en incubadoras de sueños, aquí se muestra sin etiquetas ni precios en cualquier corte del paisaje. La naturaleza crece indomable por cualquier esquina, mientras acelera su paso por el espacio geográfico entre Cáncer y Capricornio, esos notables círculos que nos envuelven en un abrazo cálido, haciendo las vidas de los que habitamos aquí mucho más paralelas.
Por más que intenten enfriarla con nombres técnicos como “Pluvisilva Ecuatorial” o “Bosque Tropical Lluvioso”, la Selva Amazónica tiene una calidez que nos salpica a todos. Un calor que oxigena, no sólo nuestros pulmones, sino que impregna el ambiente de un aroma vital sin fronteras. Residentes y vecinos interactúan sin abrigos ni bufandas, se dan la mano sin guantes, se abrazan deshaciendo la armadura que separa norte y sur. El sol sale para todos. Y todos los días. Y a todos calienta por igual, aunque algunos vivan con frecuencia entre las sombras. El trópico nos iguala, hermanándonos en la locura, siendo esta considerada no como demencia, sino como sinónimo de lo no organizado, lo imprevisto, lo irrazonable...
Quizás esto nos ayude a entender mejor nuestro comportamiento incomprensible, lo mucho de lo extraño que nos sucede. No olvidemos que la tropicalidad es un tren que camina por una vía que no tiene estaciones, se detiene donde menos se piensa. A veces es la lluvia quien obliga, otras la sed, pero en cada parada imprevista constatamos la originalidad peculiar de la vida en el trópico, que no hay necesidad de comprenderla, sino que hay que saber disfrutarla.
Este tren en el que estamos subidos, en tránsito por la tropicalidad y sin estaciones matemáticas, pareciera andas sin rumbo, arrastrado por la brisa suave del Caribe o la rabia huracanada del océano. Y es que destino y partida se confunden en un mismo punto, en un mismo abrazo de reencuentro y despedida.